“Hay una imagen que siempre recuerdo y es la de una vecina que salió desde su casa en medio del terremoto. Quedó en medio de la calle y al lado de ella se habrían enormes grietas... uno no sabía qué hacer... fue terrible”.
Ese es sólo uno de los recuerdos que tiene vívidos la escritora y pintora valdiviana Jéssina Oñate von Edelsberg, quien tras 65 años recuerda ese día de mayo como si fuera hoy. Aquel día la tierra se movió con fuerza y marcó a fuego la vida de los valdivianos.
Esas memorias, dolores, miedos y aflicciones los plasmó en el libro “Mi historia, terremoto y cataclismo 22 mayo de 1960”.
Se trata de una producción propia que sirvió casi como una forma de liberación de memorias que la han acompañado todo este tiempo y que espera no se pierdan.
Jéssica Oñate tiene, además, una amplia trayectoria como pintora. Fue premiada en la Sociedad Nacional de Bellas Artes en los años 1999, 2005 y 2007 en las técnicas pastel seco y óleo.
Ha realizado innumerables exposiciones individuales como colectivas, ganadora de tres proyectos Conate en pintura otorgados por la Municipalidad de Valdivia. Creó el Centro de Arte Santa María junto a la pianista Ligia Llanos. Desde el año 1995 dicta el taller de pintura para adultos y niños, además de múltiples actividades relacionadas con la pintura.
Su veta artística también se ha decantado por la literatura. Es así como es creadora de los libros “Mensajes en el tiempo”, “Los ángeles nos hablan” y “La voz de los ángeles”. En el año 2019 ganó el proyecto Conarte de la Corporación Cultural Municipal con el cuento infantil “Las aventuras de la abejita Jacinta”.
Ahora en su libro “Mi historia, terremoto y cataclismo 22 mayo de 1960”, entrega su visión de lo vivido aquel día.
Porque siempre es positivo rescatar los recuerdos de una fecha que espera nunca más de repita en el país.
Ese 22 de mayo la vida de Jéssica y Valdivia se encontraron y cambiaron para siempre.
El es que considerado el terremoto más grande jamás registrado por mecanismos tecnológicos caló hondo en los valdivianos y en Jéssica Oñate.
Unionina de nacimiento, llegó junto a su padre, madre y hermana siendo muy pequeña a Valdivia. El grupo se instaló en una casona que se ubicaba en calle Arauco con García Reyes donde hoy está un supermercado.
Allí vivió el megasismo.
“Yo tenía 10 años y el terremoto lo viví intensamente. Quedamos en la calle y quise aportar con mi visión de niña de aquel año. Me decidí a escribir y fue una especie de catarsis, porque recordar todos esos instantes fue intenso. Hubo un momento ese día en que pensé que iba a morir”, señala a Grupo DiarioSur.
Reconoce que el proceso de creación fue más corto de lo pensado. Sus dedos volaban en el teclado a medida que los recuerdos se iban haciendo más claros.
“Reconozco que lloré mucho. Lo que no lloré en el minuto aquel del terremoto, lo lloré escribiendo. Vi caer casas, personas muertas en las calles, cómo se abría la tierra. La portada del libro es un dibujo mío de una vecina. Eso realmente ocurrió. Ella no podía moverse de lo tremendo que era el movimiento. Quedó botada en la calle y alrededor suyo la tierra se abría. No podíamos hacer nada para ayudarla”, dice.
Su familia actuó de inmediato para salir de la casa. La estructura de madera cedió a la violencia de la naturaleza. Todo se derrumbó y Jéssica salió con lo puesto.
Con sus ojos de niña recuerda la destrucción de la ciudad, las familias pobres que lo perdieron todo, la necesidad de ayudar y la carencia de un país que de pronto se vio azotado a tal extremo.
“En mi libro recuerdo lo que yo viví. Son vivencias propias que están siempre junto a mi. Todos quienes pasamos por ese momento tienen su visión y son distintas a lo que me sucedió. Esta es una más de las pocas que van quedando”, comenta.
-¿Qué cosas permanecen con más claridad en su memoria?
“La entereza de mis padres para enfrentar la situación. Hay que considerar que nuestra casa había caído, pero vimos personas que lo habían pasado mucho peor. Tenía una nana que después del terremoto no vino a la casa".
"La encontramos en los famosos “rucos”, que no eran construcciones como las que uno creía, sino que unas planchas con piso de tierra... Lo mínimo para protegerse del invierno y el frío. La gente era pobre y después quedó más pobre aún. Los niños sin zapatos metidos en el barro, sin luz, sin agua”, agrega.
-¿Cuál es la satisfacción que le deja el haber escrito este libro?
“Para mí, esta es una manera de educar. Tengo tres hijos y nueve nietos y deben estar preparados. Chile es un país sísmico y las personas deben saber cómo actuar ante un terremoto de proporciones. Hay una enseñanza que debe quedar. Por eso es tan importante que en Valdivia se haga un museo del terremoto”.
-¿Cree que se pueda concretar una iniciativa como esa?
“Sería ideal. Un lugar donde la comunidad pudiera ver testimonios, fotografías y películas de lo que ocurrió. Hay que dejar esa herencia y espero que se levante esa idea porque sería muy valiosa”.
-Vio destrucción, pero hubo otros aspectos que le llamaran la atención...
“Siendo muy pequeña vi cómo la comunidad se apoyaba. Había con lo poco una solidaridad maravillosa. Ahí maduré mucho. Todos estábamos en la misma situación. Hubo gente buena que ayudó y eso hay que rescatarlo”.
-¿Qué lecciones dejó el terremoto para las actuales generaciones?
“Bueno, ahora hay estudios que dejan en claro en qué sectores se puede construir. En esos años no. Las construcciones son mejores. Hay que estar preparados también. Nosotros dormíamos con ropa, si temblaba salíamos corriendo. Creo que no se debe olvidar lo que vivimos”.
Jéssica Oñate actualmente desarrolla talleres de pintura para adultos y niños que desean comenzar en este arte. Pronto espera tener una fecha de inicio para una nueva jornada creativa.
Por lo pronto, para quienes deseen contactarse con la escritora y adquirir el libro pueden escribir al correo eléctronico: jessivone@yahoo.com
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